Es difícil escribir sobre Viaggio in Italia cuando se han escrito textos canónicos como la Carta a Rossellini de Jacques Rivette, donde denomina cine moderno al del italiano y señala varios de los aspectos más importantes que después serían propuestas estéticas no sólo para el filme en cuestión sino para toda una tradición posterior.
Podríamos resumir el argumento de la siguiente manera: una pareja de ingleses, que interpretan Ingrid Bergman y George Sanders, viaja a Italia para vender una propiedad. Visitan tanto Nápoles como Pompeya, donde viven un desgaste de su matrimonio al enfrentarse por primera vez a un encuentro entre ellos dos solos, como dicen ellos mismos. A lo largo de la película se separan por discusiones continuas, visitando Bergman museos y las calles de la ciudad, mientras Sanders se va a una fiesta o permanece solo en la propiedad antes mencionada. Los lugares que visitan, entonces, juntos con las personas, se vuelven clave para recordarles su matrimonio.
Rossellini ya había dirigido tres de las películas más visitadas del cine italiano: Roma, città aperta (1945), Paisà (1946) y Germania anno zero (1948), donde parecía que una de sus propuestas, dentro del neorrealismo, era su compromiso con su tiempo y con la colectividad de su país. Pero a partir de su primera película con Ingrid Bergman, Stromboli terra di Dio (1950), su mirada estará más concentrada en individuos que, mostrando sus vidas, sus sentimientos, nos hacen reflexionar sobre los mismos, aunque la contemporaneidad de su tiempo no se perdía, encontrándose como en segundo plano o como atmósfera fuera de campo.
Una de las razones más importantes que se deberían tomar en cuenta es su aspecto casi documental para contar lo que le sucede al matrimonio. Parece, desde que empieza la película, que no se cuenta nada, en el sentido de una película dramática o con un guión escrito para contar de cabo a rabo una historia, sino que, como si se improvisara o simplemente estuviéramos observando veinticuatro horas a una pareja, vamos descubriendo una serie de tensiones que nos hacen seguir lo que parece ser un divorcio seguro. A partir de su primer contacto como matrimonio a solas, ambos notan que aspectos como los gustos personales pueden ser suficientes para crear un conflicto.
Pero así como la pareja se va transformando a lo largo de la película por su contacto mutuo, las atmósferas, los lugares, Italia misma, amigos, los van alejando poco a poco, pero recordándoles, como un fantasma, sus problemas y su matrimonio. Es bastante genial una de las escenas que aparece como referencia directa en Before midnight (2013) de Linklater, cuando la pareja protagonizada por Ethan Hawke y Julie Deply, mencionan una película en blanco y negro donde una pareja se encuentra con dos cadáveres de yeso descubiertos por unos arqueólogos en Pompeya. La escena que enfrenta a Bergman con la muerte de una manera directa y le hace derramar lágrimas.
A pesar de su carácter formal improvisado, creo que en Viaggio in Italia existe una continuidad y cuidado de detalles que parecen estar más cerca de un orden que de un ir sobre la marcha.
Varios críticos e historiadores de cine, más viejos que yo y que han visto al cine en modo cronológico, pudieron observar en Viaggio in Italia aspectos que retomarían el cine francés y otros directores italianos: la carencia de un guión concreto, la improvisación de los personajes y el tono documental antes mencionado; o crear la sensación en el espectador de un preguntarse sobre cada escena y no por la continuidad del filme. Sin embargo, debido a que mi acercamiento al mismo fue distinto porque vi primero las películas de Godard, creo que en Viaggio in Italia, a pesar de su carácter formal improvisado, existe una continuidad y cuidado de detalles que parecen estar más cerca de un orden que de un ir sobre la marcha, como por ejemplo los continuos momentos en los que Bergman está cerca de la muerte, como en el museo, en Pompeya, la procesión, etc.; o dos monólogos donde se queja de Sanders y nos muestra sus preocupaciones esenciales. Si no hubiera leído que Rossellini no pudo obtener los derechos de la novela la cual sirvió como inspiración —Duo (1934) de Colette—, y se encontrara en la necesidad de anotar locaciones y pequeños diálogos, esperando que mientras fuera progresando la filmación tuviera más detalles para el guión, no me hubiera creído la improvisación.
Es bastante mencionada la incomodidad de Sanders y de Bergman al ver que Rossellini no tenía nada seguro que filmar, sino sólo ideas sueltas, acostumbrados a los guionistas y producciones hollywoodenses. O que la escena de los cadáveres en Pompeya fue simplemente suerte: Rossellini se había enterado de algún modo que se harían excavaciones en el lugar y, por si las dudas, ordenó a camarógrafos estar listos a un lado de los arqueólogos. Así se encontraron con esos dos cadáveres de yeso.
A veces pienso que Viaggio in Italia tiene más fama y fuerza por la construcción que se ha hecho de ella, a partir de las anécdotas y la historiografía del cine, que por sí misma. Sin embargo, varios de los aspectos señalados anteriormente son patentes y demuestran la maestría del director italiano, como mostrarnos que a partir de una vida común, sin muchos retoques, en pequeñas conversaciones y gestos, pueden encontrarse una serie de aspectos extraordinarios, los cuales basta sólo mirar para que nos interpelen de inmediato. Por eso Borges, en “Magias parciales del Quijote”, recuerda que Conrad excluyó de su obra lo sobrenatural, porque admitirlo parecía negar que lo cotidiano fuera maravilloso.
Además, ver el filme sirve para rastrear la mala suerte en los matrimonios dentro de las películas que protagonizó Sanders, como en Rebecca (1940) o en All About Eve (1950).
Visca el Puebla!