Yermén es una chica trans que vive en la famosa Población La Victoria en el centro de Santiago de Chile. Marginal dentro del mismo margen,Yermén se gana la vida leyendo el Tarot en un call center, y durante el desarrollo del filme observamos cómo apuesta a pasar un casting para un reality show en el que los seleccionados se someterán a cirugías plásticas con el fin de transformar radicalmente sus cuerpos. Ella persigue un cambio de sexo, y en el proceso de selección conoce a una inmigrante negra que trabaja como bailarina exótica y desea operarse para parecerse a Naomi Campbell. En todo momento somos testigos de la vida periférica de los personajes, de su marginalidad urbana, social, sexual, de la vulnerabilidad encarnada que se enfrenta a la cotidianidad sin miedo, y a los pasos de Yermén por la capital chilena tan marcada por los contrastes.
Ese ambiente del borde se ve retratado en las calles de La Victoria, en los vecinos que murmuran sobre la imprecisión de género de Yermén —a quién también etiquetan de bruja—, en la condición de migrante y negra, o de mestiza, transgénero y pobre en una sociedad como la chilena. El sincretismo religioso de la protagonista, que lo mismo invoca a Santa Sara que a Lautaro, es sólo un aspecto de su ambigüedad , de su liminalidad. El cambio físico que Yermén busca es parte de una modificación profunda y radical que incluye el deseo de mudarse de la Población, empezar una nueva vida, reinventarse. Convertirse en otra persona, que no es nada fácil: para ello se necesita, antes que nada, dinero. Durante la película vemos fragmentos de grabaciones que la ahora actriz Paula “Yermén” Dinamarca había hecho con su propia cámara por las calles de aquel barrio bravo chileno antes de comenzar las grabaciones de la película, y que formaban parte de su visión personal del vecindario. En ese sentido, Naomi Campbel es un interesante híbrido entre la ficción y el documental en el que la figura de Yermén oscila entre el personaje y la vida personal de la actriz.
La riquísima y antigua sabiduría del Tarot también enmarca la historia. El afiche de la película es una revisión del arcano XX del Tarot de Marsella, la carta de El Juicio, a cargo del artista visual chileno Martín Bruce. Esta carta muestra a un ángel del apocalipsis tocando una trompeta y a tres personas desnudas que pueden ser interpretadas como los resucitados que son llamadas al juicio final. El arcano XX representa la renovación, la reconciliación, el cambio, la resurección. Es una carta positiva. La versión de Bruce para la película de Nicolás Videla y Camila Donoso muestra a los cuatro integrantes del elenco de la película: Yermén en el centro, flanqueada por su novio (esa relación que no la lleva a ningún lado), y su amiga (que la alienta a operarse, que la anima con humor a que le pongan las tetas de Dolly Parton y el culo de Celia Cruz). En lugar del ángel vemos en el póster al personaje secundario que le da nombre al filme: Ingrid, la inmigrante colombiana que quiere parecerse a la famosa top model británica, llamando a todos a renovarse, a rendir cuentas para la mudanza.
La historia de Yermén es la de muchas mujeres transgénero latinoamericanas, que tienen que soportar el peso de la múltiple marginalidad: no sólo se trata de querer ser mujer en un entorno misógino y violento, sino el de, además, ser pobre. La vivencia de un cuerpo que no concuerda con la identidad de género genera una insatisfacción que por ser corporal es existencial y que sólo es posible curar de manera segura a través de la técnica y la sapiencia del cuerpo médico. No obstante, ese proceso requiere dinero. Yermén no se rinde y ve en el programa de televisión su esperanza. Leyendo el Tarot por teléfono, vemos en una de las lecturas de Yermén cómo asoma la carta de La Muerte, el arcano sin nombre. El arcano XIII del Tarot, representado por la figura de un esqueleto, es la carta de las transformaciones radicales. Siempre temida por su significación literal, la carta representa la llegada de cambios inminentes, de modificaciones que representan un corte tajante con el pasado: la posibilidad de comenzar de nuevo. Es éste el deseo de Yermén, es ésta su súplica a Santa Sara, a los árboles, a los médicos y a los productores de televisión. Pero se trata de una súplica digna, sin ruegos caprichosos. Se trata tan sólo de una intervención quirúrgica, es todo lo que se necesita, para un pasaje que es al mismo tiempo su pasaporte al renacimiento, a una nueva vida.
Si bien la hibridación que estructura a la película puede trastocar el ritmo y la forma en cómo se nos es contada la historia, ésta encaja perfectamente con el tema que aborda. No hay límites claros entre la ficción y el testimonio, entre el torso masculino y la feminidad de su protagonista, entre un Santiago pujante y otro oprimido, entre la nostalgia por Allende y la memoria del horror de la dictadura, entre la desesperación y la esperanza. Naomi Campbel integra aspiración y realidad, mestizaje y dualidad, en un tema en el que el cine contemporáneo puede gozar con la riqueza de su simbolismo, a la manera del Tarot y sus arcanos: La fuente inagotable de significados que ofrece el tema de lo trans.